martes, 7 de abril de 2020

De la cuaresma a la cuarentena

Seré breve (o al menos trataré) :

Ya quedó comprobado que ir a misa o al culto todo los domingos no vale mucho si en esta cuarentena no has practicado la empatía y la amabilidad con tu vecino. Puedes ser la profeta charlatana del barrio o la que dirige los rezos pero el encierro sacará lo que realmente hay en tu interior y te darás a conocer por eso.

Tal vez Dios nos está tratando de obligar a ver hacia adentro, a demostrarnos que los problemas más importantes por resolver están en casa, con nuestra familia y principalmente en nuestro interior.

Tal vez Dios se aburrió de tanta hipocresía, de vernos lucir nuestra mejor ropa para ir a la iglesia mientras llevamos un corazón endurecido y maquinador.

Tal vez esta semana santa tenernos encerrados era la única manera de hacernos ver que el verdadero propósito de esta conmemoración es amarlo a Él por sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo que principalmente, es con quienes convivimos diariamente.

Tal vez Dios quiere hacernos ver todo lo que no hemos visto o no hemos querido ver. Que pongamos atención a lo que nunca lo hicimos. Que pongamos en práctica lo que se supone hemos leído o escuchado de su palabra.

Tal vez Dios busca que haya perdón donde todavía no existe, que haya reconciliación donde hay discordia o darte el detonante para que el que sufre ponga punto final en lo que debe hacerlo.

Tal vez Dios está tratando de decirnos que los templos llenos, las procesiones, dar la limosna o el diezmo, darnos golpes de pecho, cantarle alabanzas y dar palmas, hablar jerigonzas no es de su agrado si el corazón de nuestro esposo, esposa o nuestros hijos se está cayendo en pedazos.

Quizás Dios quiere que entendamos que la eterna preocupación por el dinero y las posesiones no vale nada si el brillo en los ojos de tus seres queridos lo dejas perder.

Tal vez Dios se cansó de rituales que son en vano si son solo por aparentar aunque te has autoengañado que no. Quizás se cansó de ver nuestra preocupación por no faltar a la iglesia porque los hermanos se van a fijar que no llegamos, pero nos nos preocupamos por lo que piensa nuestra pareja al no dejar nuestras molestas manías.

En casa es donde no importa si te creció el pelo, si es la camisa más desgastada la que usas, una buena camisa y un buen perfume no importan si tu carácter apesta. En casa es donde te conocen tu peor parte, tu lado escuro, el que no se muestra afuera en las iglesias, en el trabajo, en los clubes sociales.

Porque en casa no recibimos un salario por hacer las cosas bien, porque en casa no nos dan los halagos que recibimos en el trabajo donde muchas veces al ser bueno solo se te carga de más responsabilidades y eso te hace sentir orgulloso, pero en casa te cansa.

Allí con los que te conocen tus gustos, tus manías y tus caprichos es donde hay que vivir la semana santa y tenemos mas que suficiente tiempo para intentarlo.

Quizás Dios quiere hacernos entender que solo en casa nos van a extrañar si faltamos y que es allí donde realmente vale la pena conservar una buena imagen pero sobre todo un buen corazón.

Tuvo que haber una crisis mundial y andar rondando la muerte fuera para que Dios nos obligara a poner los ojos donde se debe y entender que hay cosas que valen más que una buena imagen y rituales que no cuentan si no se viven de corazón.

Serendipiteando por
Katya Sifontes de Guerra

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