martes, 24 de noviembre de 2020

Mis experiencias pedagógicas 2020

 "En el medio de la dificultad yace la oportunidad." Albert Einstein 

A todos nos tomó por sorpresa el COVID-19. Como docente al iniciar el año 2020 era fácil creer que todo sería justamente como ocurre todos los años: jornalizar, planificar y empezar nuestras jornadas viviendo el día a día en nuestros centros escolares. 

Debo aceptar que este año lo empecé con mucho más entusiasmo, trabajar con tercer ciclo es una de las cosas que más disfruto de mi trabajo ya que con ellos pueden realizarse actividades y proyectos con el uso de la tecnología que lastimosamente con grados menores es más difícil en el sector público (contrario al sector privado donde se empieza con el uso de tecnologías desde mucho antes). 

Siempre he creído que el uso de la tecnología en educación es sumamente importante, pero también he estado consciente que el sector público tiene un retraso enorme en dicha área respecto a los colegios privados y que El Salvador, en general, respecto a otros países. Por eso siempre he luchado por hacer la diferencia. 

Así fue como iniciamos el año escolar utilizando Google Earth en las clases de Estudios Sociales; con la clase de Lenguaje realizando videos de los monólogos y soliloquios y creando las cuentas de Twitter del estudiantado para mejorar la redacción practicando con algunos temas como las Figuras Literarias o compartiendo los tipos de clima en Sociales. 

Justamente cuando ellos empezaban a familiarizarse con dichas herramientas, empieza la cuarentena preventiva de 15 días y empezó el diálogo interno: ¿Y ahora qué?, ¿Serán sólo 15 días?...Tal vez un mes y estemos de regreso. 

Los primeros días fui optimista y pensé que todo podría enseñarse "casi" igual. Estaba dispuesta a seguir utilizando las redes sociales para comunicarme con el estudiantado y

que las guías iban a resolverse de la mejor manera. Yo dije: "son jóvenes, les gustan las redes sociales, esto no será tan difícil.” 

En la primera fase estaba reacia al uso de Whatsapp ya que no quería ver mi privacidad invadida, por lo que creé grupo en Facebook y continué la comunicación en Twitter que había estado funcionando...pero los días pasaban y los estudiantes respondían poco. 

En la segunda y tercera fase decidí usar los grupos de Whatsapp y definitivamente hubo mayor respuesta, quise hacer videollamadas grupales y enviar videos, pero surgieron las frases: "seño, cuando le vuelva a poner saldo me volveré a comunicar; no puedo escuchar los audios ni ver videos, solo tengo datos para mensajes; seño, los videos me gastan los datos muy rápido; se me topó la memoria del teléfono; no tengo electricidad y pongo a cargar el teléfono donde un vecino; he prestado un teléfono para escribirle; se me arruinó el teléfono...no sintoniza canal 10, no tengo tele." Entendí la primer cosa importante: no me había puesto en el lugar de mis estudiantes, no había pensado en sus dificultades; y lo principal que debía entender era el aspecto socioeconómico y que muchos de ellos aparte de contar con celulares de baja o media gama que no soportan las aplicaciones necesarias para lo que yo esperaba realizar, su economía familiar iba a estar priorizada en los gastos más necesarios, no en saldo. 

Qué bonito suena organizar a tus grupos de Whatsapp y establecer las reglas: "Por favor utilicemos un lenguaje respetuoso y recordemos que es un grupo de trabajo", establecer horarios en los que lo laboral no se vea interrumpido por los quehaceres del hogar ni lo laboral invada la tranquilidad o incluso la hora (o día) de descanso. 

Pero, ¿qué sucede cuando te das cuenta que en el mensaje, tus indicaciones, tus clases, tus guías, tu retroalimentación en cada grupo no llega a todos al mismo tiempo? Porque algunos con suerte pueden conectarse cuando compraron 1 dólar de saldo, o con suerte el día que tenían saldo recibieron el mensaje, lo que implica que la solución a esas guías y a esas actividades no las recibiré al mismo tiempo, a la misma hora y muchas veces ni siquiera el mismo mes. 

Esta pandemia hizo que los estratos sociales se vean más marcados que nunca en cuanto al acceso y recursos para una educación virtual. La brecha entre zona rural y zona urbana, entre escuela pública y colegio privado es abismal y cada sector ha enfrentado de diferente forma la situación a pesar que para los docentes ha sido de gran ayuda aprender el uso de Google Classroom, para el estudiantado aún sigue siendo algo lejano. 

Ha habido graves problemas de lectura comprensiva y entendí que en nuestra educación no es solo romper con la brecha tecnológica nuestro mayor reto. Nunca falta la pregunta: "¿Lo vamos a copiar todo?" aunque en la explicación diga lo contrario. No son nuevos retos ni nuevas dificultades, la pandemia vino a poner en evidencia lo que debió haberse fortalecido mucho antes y que será nuestra labor por alcanzar una verdadera educación de calidad, además como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como parte de la agenda 2030.

Por ese motivo opté por escribir textos instruccionales, los audios resultaron ser la mejor opción para retroalimentar en los grupos o de manera individual. También me quedó claro que la evaluación formativa y el acompañamiento es lo que importa, pero sobre todo entendí que todos necesitamos fortalecer el área socioemocional y que mis estudiantes respondían más cuando mis mensajes eran para saludarlos y darles ánimo. 

Personalmente, el reto más grande ha sido conjugar los papeles de docente, madre, esposa, ama de casa, todo a tiempo completo mientras distribuimos actividades con mi esposo que realiza también home office, este tiempo ha servido para organizarnos como familia y volvernos más unidos y eso es satisfactorio. Con mi hijo en edad de educación inicial he tenido que aprender, como ha tocado a todos los padres, a ser docente también de mi hijo. 

Es ahí que no resulta raro en tiempos de pandemia, enviar guías al momento del desayuno, retroalimentar con audios a la hora de preparar el almuerzo, revisar trabajos mientras se comparte tiempo que en teoría es para la familia y tener la certeza que cualquier día a cualquier hora, aunque no corresponda al horario de mis asignaturas, ya sin importar si es un domingo por la noche, caerá un mensaje de más de algún estudiante diciendo "Siento mucho, no haber enviado antes el trabajo, no tenía saldo", o "Podría enviarme las guías para ponerme al día, es que no tenía celular", ¿y cómo un ser humano sería capaz de decir no? 

En ese sentido, la casa se volvió la escuela, la escuela se volvió la casa, los padres se volvieron docentes, los docentes somos de todo y no temo decir: me he sentido muy mal muchas veces, he tenido miedo, me he sentido frustrada por querer hacer mucho y saber que la condición socioeconómica de mi estudiantado no es ni la mínima parte de lo que se necesita para tener una educación de calidad, pero como su docente es mi deber buscar todas las estrategias necesarias para garantizar su aprendizaje, pero también su bienestar emocional, así como el mío. He tenido mis momentos de catarsis escribiendo en mi blog, todos hemos tenido tiempo de aprender no solo contenidos. Y entonces quedó claro que todos necesitábamos una llamada, un mensaje de aliento, sonreír juntos en una videollamada y decirnos que todo volverá a estar bien aunque de distinta manera. 

Por un momento creí que mi trabajo, mi esfuerzo, mi conocimiento era en vano porque todas las buenas prácticas para las que estaba preparada no se iban a poder realizar sin recursos, pero descubrí que las buenas prácticas que hice se basaron en cuidar las emociones de mi estudiantado y eso para ellos ha sido más valioso.

Serendipiteando por

Katya Sifontes de Guerra





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