lunes, 22 de junio de 2020

Ser docente en tiempos de coronavirus



Normalmente hoy sería asueto, normalmente toda la semana pasada habría sido llena de agasajos, eventos, celebraciones... Y esta semana también... sin embargo, en vez de eso hoy la mayoría clausuramos la formación de Google Classroom debido a la acelerada transformación educativa que nos trajo el COVID-19.

Llevamos 100 días trabajando desde casa, de los cuales muchos de ellos han estado llenos de incertidumbre. Los primeros, pensando que regresaríamos a lo que llamábamos "normalidad" y mientras estar atendiendo estudiantes desde Whatsapp se fue convirtiendo en lo normal, comprendimos que nada volverá a ser igual y empezamos a desarrollar otro tipo de creatividad para poder seguir educando. 

Hoy es el día del maestro, es 22 de junio y solo podemos ver hacia atrás y pensar lo que podría haber sucedido si este hubiera sido un año "normal", pero también podemos enfocarnos en el presente y reflexionar ¿qué significa ser docente en tiempos de coronavirus?

Ya pudimos observar que hay una enorme brecha entre los docentes de instituciones privadas y públicas; ellos estaban preparados para una educación virtual y no porque alguien les hubiera advertido de una cuarentena de más de 3 meses donde fuera necesario el trabajo desde casa, no, ellos entendieron desde hace tiempo que ésta no era la educación del futuro sino del presente, ellos estaban preparados desde antes conscientes que estamos en el siglo XXI (desde hace 20 años para quienes aún no lo asimilan).

¿Entonces que sucede con los docentes del sector público?

Sin generalizar, parece que la estabilidad laboral le cobró caro al sistema educativo desde hace muchos años. No con esto quiero decir que docentes de sector privado se preparan más por miedo a perder su trabajo, pero me atrevo a pensar que la seguridad del sector público provocó una falta de compromiso en la preparación e innovación del docente.

Si algo es de admirarle al Ministerio de Educación es la rapidez y eficacia con la que prepararon la formación docente de Google Classroom y esto, puedo creer que es sencillamente porque ya estaba dentro del proyecto "Mi nueva escuela", pero la pandemia aceleró el proceso y ha tenido su resultado positivo. Solo hay que preguntarse de los casi 30,000 docentes capacitados ¿cuántos realmente están comprometidos con esta transformación? 

Ser docente en este tiempo implica realizar una autoevaluación interna, principalmente de nuestras actitudes. ¿Realmente estoy preparado/a para este nuevo mundo? 

Entre tantas cosas acontecidas en estos 100 días muchos hemos aprendido que la escuela no son los edificios, somos nosotros: estudiantado, referentes familiares y docentes, pero sobre todo que la verdadera escuela es la vida, por lo tanto, debemos educar para la vida. 

Los docentes hemos tenido más tiempo para ser padres, los padres han tenido más tiempo para enseñar, los estudiantes han aprendido a ser autodidactas y como hijos también se han vuelto maestros de sus padres. 

Hemos comprendido la importancia del arte, de la literatura, de la tecnología; la importancia del autocuidado y de la educación emocional. 

Si bien es cierto que ahora más que nunca ha quedado demostrado el valioso papel que cumplimos los docentes en las aulas, que eternamente será representado con una imagen frente a una pizarra, y lo hermoso que es el contacto humano, queda demostrado que la vida está tratando de enseñarnos a todos mucho más que contenidos curriculares. 

Después de conocer la realidad de nuestros estudiantes, muchos de ellos sin celular, sin televisor o hasta sin electricidad, mucho menos una computadora; después de conocer las limitantes que tenemos para llevar a cabo una educación digna del siglo XXI, lo menos que podemos hacer es regresar, el día que nos toque, siendo más humanos y más sensibles; pero también más proactivos o nos quedaremos, hoy más que nunca, verdaderamente obsoletos. 

Ánimos, docente salvadoreño, que este sea el inicio de una nueva etapa. Se supera el que quiere hacerlo, aprende  el que quiere aprender; que la edad no sea ningún límite y mientras no haya una pensión digna aún se puede dar un aporte, hagamos que sea valioso. 
Serendipiteando por
Katya Sifontes de Guerra

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