viernes, 1 de junio de 2018

Sobre el sindicalismo en El Salvador (en el mes del padre)

No es mi propósito hablar de la paternidad, en realidad quiero exponer mi opinión sobre los sindicatos y/o sindicalistas (especialmente de las carteras de gobierno/educación), pero mi única perspectiva es como hija, sobrina y compañera de sindicalistas por tradición.

El Salvador, como parte de una sociedad democrática  y en cumplimiento al derecho de libre asociación cuenta con gran cantidad de sindicatos en la empresa privada y en el sector público, todos nacieron con el objetivo de defender los derechos laborales de los empleados, es decir, de sus propios compañeros. La desventaja para la empresa privada es que corren el riesgo de ser despedidos y/o no ser contratados nuevamente en otra empresa por "golilleros" o "buchincheros" como se dice por acá.

Pero, ¿qué sucede cuándo tus compañeros no te importan y ocupas el sindicato para tus intereses personales?

Qué triste es ver las gremiales de docentes o del Ministerio de Educación en general tan "divorciadas", tan vendidas, llenas de personajes pintorescos capaces de ganarle la moral a los demás con sus gritos característicos.
Los hay de los que les gusta salir en televisión, de los que se toman fotos, de los que negocian plazas, de los que ocupan el tiempo "sindical" para lograr descansar, de los que imponen sus antojos en las escuelas, de los que negocian bajo la mesa con partidos políticos para lograr algo que beneficia solo a su gremial y no al colectivo.

Qué triste y decepcionante es cuando hay incluso sindicalistas que utilizan su poder para bloquear plazas o ascensos, aunque no les afecte ni les benefie en nada, simplemente porque creen haberse vuelto jueces de quién las merece o no.

Vengo de una familia de luchadores sociales, de gente criticada por pasar más tiempo en labores sindicales que en su propio puesto de trabajo y peor aún, que con su propia familia. ¿Qué lograron?, a los ojos de muchos, nada; probablemente la factura más alta la han tenido que pagar con sus propios hijos, donde me incluyo. Pero para una sociedad y para sus colegas lograron mucho.

Un buen sindicalista lucha por los intereses del colectivo consciente de las pérdidas personales que implica, aguanta hambre, sed, sueño, golpes policiales de ser necesario. Lucha contra los abusos e injusticias patronales.

Ser sindicalista no es malo, lo malo es perder el objetivo.

Serendipiteando

Por Katya Sifontes de Guerra

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Miss Universo El Salvador 2023 y una sororidad mutilada

 Los concursos de belleza no son de mi interés, no por menosprecio sino porque no está dentro de mis preferencias, igual que el deporte, emp...